Mantos

Mantos

Génesis u origen del vestido y manto a Nuestra Señora del Remedio

Origen Histórico

La devoción a la imagen de Nuestra Señora del Remedio y su tradición se remontan a los últimos siglos de la Edad Media; su culto se comenzó a extender en el siglo XVI.

En 1530, el cardenal Tavera de Toledo publicó unas directrices sobre la forma de vestir a las imágenes, en las que advertía que en el caso de tallas policromadas y fundamentalmente las imágenes, debían aparecer arregladas de forma decente y honesta, ya que anteriormente se mostraban de vivos colores.

La tradición de las vestimentas de la Virgen se originó en los tiempos de Felipe II cuando la camarera de la reina Isabel de Valois, doña María de la Cueva, condesa viuda de Ureña, acertó en proponer indumentarias para según qué casos. Así pues, la condesa doña María, instauraba una tradición que se extendió rápidamente por toda Castilla y todo el reino. Con esta iniciativa nace también la costumbre entre las damas de la nobleza e incluso entre la realeza y devotos de regalar vestidos y alhajas para agasajar a las imágenes.

En cuanto a los mantos, la tradición de ponerlos también viene de lejos, por lo menos del siglo XVII, aunque no se colocaban como ahora.

¿Por qué la Virgen lleva manto?

Las vírgenes se visten con manto y corona para simular la realeza entronizada, la divinidad que tenían las reinas. La reina es la señora de la Corte y la señora de la devoción cristiana es la imagen de la Virgen María. Esa entronización y vestimenta como una reina con manto y corona recrean esa iconografía. Estas coronas y sobre todo sus vestimentas evolucionan siguiendo la moda de las reinas de la corte en cada momento de la historia.

Los orígenes de la costumbre de regalar mantos a la imagen de Nuestra Señora del Remedio son verdaderamente antiguos. Esta expresión de devoción filial de personas e Instituciones hacia nuestra Virgen, solía tener como finalidad pedir favores o agradecer los ya recibidos, por lo que la colección es un homenaje de amor, ofrenda de gratitud, oración de acción de gracias, cumplimiento de promesas y petición de favores; incluso a veces esta gratitud está expresada directamente en la inscripción que se cose o borda en el forro de la pieza.

Los hay de todo tipo, desde los más ricos a los más sencillos, y también de los más tradicionales a los más originales. Todos los mantos tienen la misma forma y dimensiones. En lo referente a los colores, son indescriptibles, ya que los donantes eligen y marcan sus gustos.

El manto se ve como algo unido indisolublemente a la imagen.

La iconografía de las advocaciones occidentales tiende desde muy pronto a proponer que la Virgen acoge a los fieles bajo su manto, los protege del mal y los presenta como indiscutibles hijos suyos. Aparece un sentimiento generalizado de querer cobijarse bajo el manto de María y así el manto de la talla de la Virgen se convierte en la garantía de que la protección es posible. Este sentimiento convierte el manto en el elemento de referencia de la presentación de la Nuestra Señora del Remedio.

Patrón Manto y Vestido

El Vestido

El Manto

Configuración: elementos integrantes y localización de las partes.

El manto está formado por cinco elementos independientes: manto, fleco, pasamanería, entretela y forro.

El manto propiamente constituido por un tejido, sobre el que se realiza el bordado, el pintado, u otras técnicas, acompañado de una entretela de refuerzo. El fleco, elemento ornamental, que se sitúa en la parte inferior y pasamanería, en la parte superior o caídas. Por último, el forro que protege y oculta el reverso de los tejidos bordados.

Dimensiones

El manto, sin fleco, mide 81 cm de ancho por 50 cm de largo (eje central).

Características constructivas y técnica de elaboración.

El bordado o técnica de estampación se realiza sobre un tejido o paño, que está compuesto por una urdimbre y trama mediante costura simple. El paño central aprovecha el ancho total de la tela.

La entretela también debe estar formada por al menos un paño debido a las dimensiones de la obra. Y otra entretela que le dará cuerpo al manto entre el tejido trabajado y el forro.

El forro formado por un paño de las mismas dimensiones que el manto, cosido por todo el perímetro del manto  para adaptarse mejor a la incipiente cola que éste presenta. Este forro lleva tres presillas o cinchas cosidas, por el anverso, con el fin de introducir una barra, que es de menor tamaño que el manto, para su mejor forma y prestancia en su colocación.

El resultado es un manto rico, que tendrá una vistosidad y riqueza especial, por el delicado y minucioso trabajo de todas las piezas que forman el conjunto.