Romerías

La Romería

Tarde del 6 de septiembre, "bajada" a Utiel.

A partir del año de 1651, con algunos paréntesis debidos a las guerras de Sucesión, de la Independencia y Carlistas (que causaron infinitos padecimientos en estas tierras) cada seis de septiembre la Imagen sagrada se traslada a Utiel para recibir el cariño de tantas buenas gentes y como pórtico inconmensurable de la Feria y Fiestas que el municipio realiza en su honor.

– Expectación ante la salida e inicio de la “bajada”. –

– Imposición de la Virgen sobre la cabeza. –

En la dicha tarde septembrina, cuando ya el sol camina hacia su ocaso y previa la imposición en la cabeza de aquellos devotos que lo solicitan, la Imagen, revestida por sus Camareras del correspondiente manto, es depositada en su “trono de viaje” por el Mayordomo, y franquea las puertas de la ermita. En aquel emotivo instante, en medio del clamor de las campanas, de las plegarias, de los vivas y de los aplausos; una lluvia de caramelos y confites cae entre la muchedumbre y algunos se estrellan contra los cristales del dicho trono. Ceremonial recuerdo que llevan a cabo varias familias de “turroneros” de Utiel, descendientes de aquellos otros que formaban un opulento Gremio, basado en la industria de la miel.

La Imagen sagrada, a hombros de los Mayordomos, toma el camino de Utiel. Ahora bien, en el límite natural del Santuario, antes de llegar a la carretera que conduce a la Sierra, en el dicho paraje de la Cruz Gorda; se vuelven las andas hacia la ermita, se entona la Salve de la Virgen del Remedio y el trono se entrega a los fieles, con mayoría abrumadora de mujeres. Y así la Virgen, acompañada también de los Mayordomos y miembros de la Cofradía, reemprende, entre pinares y gozosos cánticos, la “bajada” a Utiel.

– Camino hacia Utiel. –

A los cuatro kilómetros, en las Casas de Medina, tiene lugar un segundo descanso. El trono de nuevo se vuelve en dirección al Remedio, se canta la Salve, se hace una ligera pausa, se toma algún alimento y se reanuda la romería. Con el agradecimiento infinito de la Corporación municipal, de esta Real Cofradía, del todo el pueblo de Utiel hacia la Guardia Civil, Agentes de Tráfico, Policía Municipal, Protección Civil y Cruz Roja que hacen posible la regulación del tránsito y que contribuyen eficazmente al buen desarrollo de esta romería, de esta alabanza sencilla y piadosa a la Reina de los Cielos.

Ya hemos rebasado los límites del bosque, de los pinares. Vamos a entrar en las tierras de cultivos, en los almendros, en los viñedos (la Virgen del Remedio es Reina de las Vendimias), en un altozano, en el entrañable paraje del Charco de los olmillos. Nueva estación. El trono ahora se deposita en un pequeño “altarcito”, construido sobre “rulos” de piedra y protegido por la sombra de varios pinos, que, en sustitución de los antiguos olmos, nos libran de los ya débiles rayos del sol. Se entona la Salve. En tiempos pasados, en este lugar, se encendía una buena hoguera con leñas húmedas, de manera que, produciendo una densa y negra humareda; ésta, elevada al cielo, se constituía en la primera comunicación de que la Virgen ya había abandonado la mayor zona boscosa del municipio.

Entre vivas y plegarias, continúa “la bajada”, repitiéndose el mismo ritmo andariego que se ha llevado durante cuatrocientos cincuenta años. Pero ahora sin perder de vista algunos automóviles llevando en su interior impermeables y lienzos de plástico para proteger a las personas y al “trono de viaje”, por si hiciese falta; pues es hecho conocido que, suele llover, y copiosamente, cuando la efigie de María sale del Santuario.

Entre viñedos, olivares y almendros (que parecen tender sus frutos y ramas en honor a la Madre de todas las criaturas), rezos y cánticos de las innumerables personas que componen la romería; se van consumiendo los kilómetros. Ya casi nos encontramos metidos en el crepúsculo de la tarde. Es menester encender las luces del “trono de viaje”, las velas de aquellos romeros que se han provisto de ellas. Son casi las nueve de la noche, estamos en las puertas de Utiel: en “Las oliveras de Monares”. Antiguamente, por mediación de un mensajero, se mandaba aviso a las autoridades civiles y eclesiásticas, sobre la aproximación de la Patrona. Hoy hay otras tecnologías.

En este dicho paraje se hace un último descanso. Y enterado el pueblo de la pronta entrada de la Patrona, en la atalaya de la Comarca, en la torre-campanario de la Iglesia parroquial, comienzan una clamorosa sinfonía aquellas potentes campanas, plasmada en un entrañable y singular “toque” conocido con el nombre: del Recibimiento. Pregonando y avisando a los pueblos de la Comarca de la inminente llegada de la Virgen del Remedio a Utiel. En alguna ocasión, y en pasadas épocas, también se acompañaba aquel toque de campanas con una buena fogata encendida en la dicha torre, complementando así el aviso sonoro con el visual sobre tan entrañable acontecimiento.

En Las oliveras de Monares realizamos un merecido respiro. Cánticos y plegarias. Ha caído por completo la tarde. Cierto nerviosismo entre los peregrinos. Se adelantan la mayoría de ellos, aquellos que se habían mantenido en la retaguardia de la romería. Hay un desfile de incontables personas (algunas a caballo, en magníficos ejemplares) los pañuelos, los bastones, las mochilas, la humanidad, el cariño de las gentes, las genuflexiones, los vivas, los cánticos. Son unos momentos de gran emoción.

La Virgen va a entrar en Utiel a hombros de sus Mayordomos que lo harán a paso ligero… a los escasos instantes… corriendo. Expectación en La Mesilla. Unas tenues luces se adivinan bajo el puente del ferrocarril. ¡Ya llega la Virgen! ¡Ya llega la Virgen!. Las notas del himno nacional la reciben. Miles de gargantas prorrumpen en vivas y en agradecidas oraciones. Muchísimos ojos se llenan de lágrimas.

Una inmensa muchedumbre de gentes, todos, todos, sin ninguna excepción, hijos y devotos de la Santísima Virgen María del Remedio se han dado cita, al igual que hace cientos de años; utielanas y utielanos, nuestros hermanos de la Comarca, gentes de la cercana Cuenca, de Albacete, de Teruel… No importa el día… sábado, domingo, lunes… Todos son fieles al encuentro en La Mesilla. Los que viven cerca, con sus automóviles, los más distantes han obtenido permiso en sus empresas de Barcelona, de Madrid… Nadie falta. Se vive el momento más grande de la Feria de Utiel.

– Noche del 6 de septiembre. ¡Ya llega la Virgen! ¡Ya llega la Virgen!. Vista parcial del “Recibimiento” en “La Mesilla”. –

El trono de viaje es depositado en La Mesilla. Salves y cantos religiosos llenan el espacio y acompañan a la Virgen. Un magnífico castillo de fuegos artificiales comienza a invadir el cielo de Utiel. En la ya oscura noche será repetido faro para avisar a las gentes más lejanas sobre la llegada de la Virgen a Utiel. El cura párroco, junto con el mayordomo mayor, proceden a trasladar a la Imagen desde el trono de viaje al suntuoso trono de plata que, sobre los hombros de dieciséis mayordomos están prestos a recibir tan preciada carga.

Se organiza la procesión de entrada. La cruz parroquial, seguida de los estandartes y banderas de las Cofradías y Entidades cívicas de la población; las y los penitentes y peregrinos; la Real Cofradía; el trono de plata, repleto de flores, con la Sagrada Imagen; las Camareras; los sacerdotes presididos, generalmente, por el Sr. Arzobispo o alguna alta dignidad de la archidiócesis; la Reina y Damas de la Feria; Autoridades civiles y militares, también acompañadas por Conselleres, o miembros del Gobierno de la Generalitat Valenciana y la Banda Sinfónica de la Unión Musical Utielana; hombres, mujeres y niños…

Aparecen las aceras de la amplia avenida de D. Rafael Marín Lázaro repletas de gentío, con cinco y seis filas paralelas de personas deseosas de dar la bienvenida a la Patrona. Cuando la solemne comitiva llega a la puerta de la Plaza de Toros y accede a la calle del Remedio, aquellas primeras multitudes de personas “esperando” se han multiplicado. Ahora, hasta la llegada a la Parroquia, las calles del recorrido son más estrechas, pero estarán igualmente llenas de gentes; las que a ellas desembocan, acogerán también a incontables utielanos y visitantes. Los vivas, las flores dejadas caer desde los balcones adornados con tapices y lienzos, “los aleluyas”, las lágrimas, las plegarias, las emociones, la alegría incontenible serán secuencias constantes en este itinerario.

La Imagen sagrada llega a la conjunción de la cuesta de Bureo con la calle del Remedio, aquí tiene lugar nueva parada. Hay un descanso. Se reza una Salve. En la fachada de aquella casa existe una artística cerámica con la representación de nuestra Patrona. Se trata de un entrañable recuerdo. Un momento emotivo e histórico.

En los siglos XVII y XVIII todavía el casco urbano no llegaba hasta estos confines. Nos encontramos muy cerca de las antiguas murallas. Las gentes, como hemos observado “subían” a esperar a la Virgen a La Mesilla. Pero había un sector de la población: enfermos, ancianos, inválidos, que les resultaba imposible hacer aquel recorrido y máxime tener que cruzar el cauce seco de la antigua “Rambla”. Pues bien, aquí, en este final de la calle del Remedio, casi junto a las murallas, cercanos a la Puerta de las Eras, esperaban aquellas gentes para cumplir como buenos utielanos y poder también contemplar la sonrisa bondadosa de nuestra Madre del Remedio.

Resulta casi imposible abrirse camino en la citada Puerta de las Eras, pasa el trono de plata bajo el reconstruido arco de la dicha puerta y entrados en la antigua plazuela de La Trinidad, prosigue la procesión por la estrecha calle de Santa María. Fieles a la tradición los vecinos del callejón del Candil, ya han preparado su bocacalle con varios de aquellos utensilios, reminiscencia del antiguo Gremio de Hojalateros ubicado en aquel lugar y también de las infinitas luminarias que de todas clases: antorchas, velas, cirios, candiles… pendían de fachadas y calles en aquella noche grande del “recibimiento” de la Patrona.

Cuando, tras ímprobos esfuerzos, se produce la entrada en la Santa Iglesia Parroquial la apoteosis es inimaginable. El sagrado recinto repleto de fieles acoge, en esos minutos, a más de mil personas. Los vivas, los cánticos, la Salve, las plegarias…No hay palabras para describir tantas emociones… Acercada la Sagrada Imagen en el trono de plata hasta el Presbiterio, el cura párroco y el mayordomo mayor, proceden a su traslado hasta la hornacina que para tal menester se encuentra en el Altar mayor. Allí permanecerá, entre inmarchitables flores, presidiendo solemnes cultos y recibiendo infinitos agradecimientos y plegarias, hasta el último domingo de octubre, en que nuevamente será llevada a su Santuario de la Sierra.

Mañana del último domingo de octubre, “subida” al Santuario.

Llegada esta fecha entrañable y teniendo lugar, previamente, la celebración de la Santa Misa comienza sobre las nueve horas de la mañana, la peregrinación o romería del “traslado”, de “la subida”, con las secuencias que para la “bajada” hemos reflejado anteriormente. Ahora bien, con las particularidades de que, en esta “subida” no se utiliza el trono de plata; que la gente acude igualmente en gran número a La Mesilla para ”despedir” a la Virgen; que esta romería tiene un marcado carácter de alegría, de fiesta y que es bastante más multitudinaria, aún si cabe, que la del día 6; con especial participación de la juventud. Se repiten las mismas estaciones de descanso, con el canto de la Salve y otras plegarias, pero, obviamente, volviendo las andas hacia Utiel.

Sobre las doce del mediodía, la romería, portando la Imagen Sagrada de Ntra. Sra. la Santísima Virgen del Remedio, llega a las proximidades del Santuario, a la Cruz Gorda. Aquí es recibida por la Cruz procesional y los “santetes”, (las pequeñas imágenes de San José y de San Joaquín y Santa Ana, el esposo y los padres de la Virgen) que la acompañarán hasta su Camarín, donde permanecerá hasta el próximo 6 de septiembre. Una solemne celebración eucarística pone fin a tan entrañable jornada.

– Mañana del último domingo de octubre, “subida” al Santuario. –